viernes, 6 de diciembre de 2013

Carne Fresca




    Atormentado y excitado, él se revuelca bajo el cobertor, masajeando su glande contra nalgas tersas y suaves. Tiene miedo, pero no lo sabe, aunque verdaderamente ambos lo tienen. Uno de entregar su cuerpo y el otro de romper algo más que el corazón del pequeño. Sube la música mientras se cierran las cortinas, la ropa se derrite junto al calor de una tarde primaveral y vientos sutiles intentan apaciguar las emociones del momento. Se besan, se esquivan y se piensan, mientras en otros piensan. Pero su carne ya está tirada, húmeda y cocinada, lista para servir y disfrutar. Los dedos son sensibles a toda pulsación y quieren dejar su huella de punta filosa en pieles suaves y virginales. Una frase fomenta el que hacer, mientras un grito de dolor lo irrumpe todo. Es un espejo, no un espejismo. Tan real como el recuerdo de hace seis años, donde un cuerpo yacía sobre la alfombra y la penumbra de la luna iluminaba otro dieciocho añero bañado en alcohol, ardiente de cicatrices de placer. Ahora no hay maldad, sólo deseo, pues ambos lo tienen y es fácil de saber.
   El tiempo se agota y suenan las alarmas. Una prostitución moderna, como un trámite vulgar de quien va y viene. No hay palabras, ni miradas. Se oye un “Te amo”, mientras él sigue sin querer verse en ese otro él. Si uno sufre, ambos lo harán. Ese amor debería bastar, pues no es sentimiento de deseo, es evitar un mal mayor.
   Ahora su carne es cercenada, preparada y ya probada. Su carne está catada, comida y vomitada. Su carne fue servida, disfrutada y desechada. Su carne fue el menú de una tarde de ocio flagelada.



Relato incluido en el libro "Valpoapartado"
Por PUNTO APARTE




Amaneceres




   "El sol de 2 de la tarde ya se volvía insoportable atravesando las persianas rotas de aquella pieza descuidada e iluminando poco a poco sus pestañas postizas pegoteadas por lagañas, más una peluca plástica cuyos pocos pelos estaban tan enredados como muñeca de feria y un lápiz de labio un tanto esparcido por el rostro y parte de su blusa. Abre los ojos tranquilamente, recordando el lugar en el que está y como fue a parar a ese colchón, pero no es nada nuevo. A su lado una puta de esas bien putas, pero buena persona la muy mujer. Viste unos trapos aleopardados, tipo animal print que seguramente robó de un tendedero luego de un carrete, dejando entrever parte de su colales negro que se asoma entre sus cachetes blancos y regordetes. Se levanta lentamente, despidiéndose a penas de la chica de junto que dormía de guata con su boca entre abierta y babeando algo que parecía ser una almohada…"



Fragmento incluido en el libro "Valpoapartado"
Por PUNTO APARTE
(Raúl Vera)

Niño de Papá





    En momentos como este me acuerdo de mi papá. Trato de acordarme de su pelo, su piel, sus brazos grandes apretándome contra su pecho, sus manos ásperas rozando mi cara y su dedo gordo entrando en mi boca. Me encantaba morderle los dedos.
   Cuando estoy solo me gusta mirarme al espejo en pelota. Me gusta mi cuerpo, me encanta mirarme, que me miren, que me toquen, que me deseen, que sientan mi cuerpo de niño mientras se les para la pichula.  “Pichula”, me encanta esa palabra, pico es muy de los noventa.
   Cuando era chico tenía un amigo, el Pipe. Me caía bien el pendejo weón, pero yo lo envidiaba porque su papá lo llevaba a la plaza a jugar a la pelota y le compraba ramitas de queso en el negocio de la esquina. “¿Puedo jugar?”. A mí nunca me gusto jugar a la pelota, pero me encantaba meter goles, porque para celebrar, el papá del Pipe me tomaba en sus brazos y me hacía dar vueltas en el aire. Cuando terminábamos de jugar, yo le ponía caritas y él me compraba galletas, helados o si tenía un poco más de suerte me invitaba a comer completos a su casa. Una vez cuando me despedí, le pase la lengua por los labios al papá del Pipe y nunca más me dejaron jugar con ellos.
   Siempre he pensado que con carisma se puede conseguir todo. Me arreglo un poco, voy a la disco, me siento en una esquina de la barra y dejo entre mis dedos un cigarro sin encender. Es una trampa mortal, pero hay que ser cuidadoso, la víctima debe ser perfecta. Bien vestido, solitario, la edad necesaria, posiblemente un trago recién comprado. Primero un cruce de miradas, una leve sonrisa y corres la mirada tímidamente, haciéndote el desinteresado. Lo tengo. ¿Estás solo?, ¿Bebes?,  ¿Quieres bailar?. La noche está asegurada. Tengo complejo de puta, sin ofender a mi madre. Ella en su trabajo y yo en el mío. No somos tan diferentes, me gusta dar placer. ¿Qué le voy a hacer?

   Trátame como a un niño. Hoy quiero ser tu niño. Por eso tócame como mi padre, abrázame como mi padre, apriétame como mi padre, pégame en el culo como mi padre y déjame decirte Papi, mientras te corro la paja. Me excita sentir el palpitar de tu verga en mi mano cuando te hago acabar mientras muerdo tus dedos. Siéntame en tu regazo que hoy eres mi padre, mañana quién sabe. ¿Para qué quiero un padre, si puedo tener cien? Cada uno en su forma, en su actitud. Son hombres que suplen conmigo, lo mismo que yo suplo con ellos. Ellos me contienen y yo los contengo. Soy un niño de papá, pero sin papá. ¿Tú quieres ser el mío?



Fragmento de "Tres Tristes Travas"
Por PUNTO APARTE
(Raúl Vera)



"Insisto"


     Ese cuerpo y sus caderas, ese pelo y su vaivén. No sé ni siquiera desde que hora estoy aquí sentado, observando, admirando, viéndole salir y bailar una y otra vez. Una mirada, si tan sólo me diese una mirada, acabaría con estas locas ganas de abalanzarme sobre su cuerpo agitado y decirle lo que siento. Quisiera tocarle o aunque sea solamente rozar esas suaves curvas plásticas hasta volver a sentirme como un niño. Sí, desde esta silla metálica su cuerpo se ve suave y delicado. Otra copa, por favor. Bebo vino como desesperado, intentando caer al piso, agonizante. En cambio sigo aquí sentado, analizando cada uno de sus pasos, y ella ahí, sobre el escenario, entre cortinas y bajo luces que dan brillo a su cara de muñeca de colección. Sólo quisiera saber si podría volver a sentirle tan mía, mientras yo vuelvo a sentirme tan suyo, aunque realmente pudiese ser ella un mío y yo un siempre suyo. Más nunca entendí ciertos arquetipos, ni jamás pensé sentir lo que malditamente siento ahora. Carne que es como mi roja carne y un cuerpo que es como mi propio cuerpo, sabiendo recalcar la delicadeza del quehacer masculino, resaltando lo femenino. Desde aquí te veo, haciéndome sentir lo que tal vez nuca pensé sentir ante una piel como la tuya.
   Tiene algo más de cuarenta, yo apenas unos diecinueve. La edad jamás lo dijo todo, y en estos momentos calla como nunca antes lo hizo. Su nombre "Juan José", según su Cédula, pero a quién le importarían unas cuantas letras impresas, si yo le sigo queriendo aunque se llame Kasandra. Amor imposible de no amar e imposible de olvidar. Si me dejases volver a estar tan sólo un segundo más a tu lado y pudiese penetrar tu verde falso con mis pardo que son tus pardo por generación. Si pudiese arrancar tu rubio platinado, dejando tu negro parqué. Si pudiese quitar tus curvas engüinchadas, dejando esa áspera piel. Si pudieses olvidar tu temor, dejando mi gran admiración. Tal vez entonces y sólo entonces llegarías a decirme "¿Cómo te ha ido, hijo de mi corazón?"


Relato incluido en el libro "Valpoapartado"
Por PUNTO APARTE
(Raúl Vera)