sábado, 5 de diciembre de 2015

"VALPOAPARTADO" Editado!

Aclaración: Este es sólo un proyecto. VALPOAPARTADO, aun no cuenta con una editorial para su publicación.
Un trabajo de diseño gráfico realizado por Juan Muñoz Martinez, en donde se agruparon 15 de los 37 relatos originales que componen mi libro "VALPOAPARTADO".

Relatos incluidos:

01.- Todos fuimos Gloria.
02.- Insisto.
03.- Rocker Love.
04.- De Plástico.
05.- Carne Fresca.
06.- Super Market.
07.- La Entrevista.
08.- .CUM
09.- Algo Huele Mal.
10.- Sacar a 100.
11.- Papá Taxista.
12.- Amigos, bien amigos.
13.- Spice Hámster.
14.- Aviones de Papel.
15.- Barco de Papel.







lunes, 23 de febrero de 2015

Aviones de Papel



      Corre el viento entre los cerros de Valpo. Corre el viento al igual que esos pendejos que se desplazan rápido calle arriba para llegar al colegio, que no es colegio, pero enseña igual. De subida y con mochila todo parece una travesía laberíntica del día a día escolar. Es una rutina, que repetitivamente no deja de sorprender las micro aventuras de los mocosos uniformados por la herencia trapera de sus respectivos hermanos mayores.
   Son amigos, ambos lo son, y compañeros de curso también. El tercero básico A los representa en su compartido banco semi rayado a mitad de la sala. Entre clases se mensajean en secreto con rayones a lápiz mina de lado a lado mientras intentan resguardar sus risas cómplices de tallas seudo infantiles.
   De regreso a casa el camino es similar, pero nunca falta una nueva vuelta a la esquina, una escalerita de más o una plaza novedosa que los impulsa entre columpios a jurarse amistad interminable sin la necesidad misma de jurar, pero firmándose un pacto con los pies en la tierra del salto más largo de su pequeña gran unión. Siempre juntos paso a paso, aunque toquen timbres y vuelvan a correr, esquivando a los perros, postes y colectivos que intersectan su cotidiano viaje.
   En la esquina, la misma de siempre se juntan y despiden a diario, casi como un ritual, una extensión horaria de sus quehaceres escolares, más en la separación siguen corriendo hasta llegar a sus hogares, dirigirse a sus respectivos patios balconizados y hacerse la seña del chao chao a una distancia de micro-cerro a micro-cerro, donde realmente culmina su viaje.
   De balcón a balcón no hay mucha distancia, tan sólo una calle y algunas casas separan a los pequeños de su conjunta amistad. Distancia que potencia el imaginario animado de un código inventado, código bicompartido de gestos y miradas casuales que se forman, casi sin querer.

   Con los vientos del otoño un experimento ocurre, entre señas y risas, atraviesa el viento un tímido avión de papel que no logra ni cruzar la calle, perdido entre la física inexistente de sus cabezas matemáticas. Sólo la lógica infante de un juego sutil, impulsado por sus manos rellena los silencios atardecidos de los muchachos, que en la hora de once se pierden bajo cuadernos hojiarrancados de tareas pasadas. Son uno tras otro, son veintenas de hojas al viento que empapelan la calle de la división como tratando de tapar al tiempo que transcurre entre creación, tras creación alada, hasta que la práctica premia sus esfuerzos y en un momento mágico logran su objetivo volviendo sus balcones un aeropuerto microcuadriculado de multiplicaciones de tercer grado. A ellos les gusta el viento, sobre todo cuando recorta aquella calle que los separa y sirve de canal para los mensajes que incorporan como tripulante escrito del registro de sus pensamientos soñadores. Son palabras que se gritan al viento en secretos letrados, cuya lengua es puño y lápiz, dobleces y acción. Durante los fines de semana, mensajes groseros se dicen los buenos días, como una sorpresa, casi como un periódico dominical que los despierta y los hace comprender que la vida comenzó. Así pasan dibujos, esquelas y composiciones, así llega el invierno y su nubarrón gris, que como película vieja predice y fotografía tristezas de padres que con sus cigarros ayudan a vaporizar la luna. Entonces una huida, un escape fugaz a un no sé dónde, ni por qué, rompen la gran pantalla, la línea de unión, el punto de conexión entre ambos, pues son sus padres, quienes de un momento a otro se distancian, separando por efecto dominó aquella amistad inocente que se mantenía como papel de roble fortalecida con el viento.

   Esa tarde todo fue fugaz, tan fugaz como la lluvia de aviones que contraatacaron bajo el torrente de agua que arrojaba el cielo, impidiendo que las naves como misiles bombardearan el terreno amigo en un SOS desesperado de un último adiós. Y separados por una guerra no correspondida se distanciaron entre decenas de aviones que se arremolinaban húmedos por el temporal inadvertido que azotaba su infante amistad, y en un acto de fin de juego, rompiendo el paradigma de su código fraterno se frasea un nombre con voz de niño que en un detener del tiempo congela aquel momento dejando sin fuerza a los aviones mensajeros que cayendo al vacío sellan el momento en una reverencia de un aun tímido alzar de manos.


Relato incluido en el libro “Valpoapartado”
Por Punto Aparte