viernes, 27 de octubre de 2017

Bosque de papel

     Yo nunca comprendí como fue que en esa cajita enmaderada fueron aprisionándose tantas letras. Soportándose entre papelería y servilletas, en dibujos y composiciones que almacenaban instantes, biografiando momentos con fecha y hora firmados.
     Yo nunca me esperaba tantas palabras sorpresivas en mañanas anochecidas, cuando los cuerpos ya se habían desligado al frenesí de las distancias, entre pensando deseos, e imaginando verdades.
     Desde esos entonces todo era una verborrea, frases entre cruzadas que se entrelazaban entre medio de los trenes del truculento puerto. Versos a la gorra que promulgaban corazones al boleo, que entre meneo y meneo, iban y venían con más de una nueva carta que sin código postal se inmiscuía por las paredes señalizando las nuevas direcciones que se inauguraban de puro tanto amarse. Y querer escaparse para luego torturarse, tatuando más que pensamientos sobre nuestras pieles grafiteadas de un no sé qué, ni comprendo tampoco cómo fueron tiñéndose entre un puro árbol que logró aflorar en el tecnicolor de la novela.
     Yo hasta ahora no entiendo cómo se mantienen ahí miles de letras con insomnio, de noches enteras a velas de humo que se obligan a perder en universos binarios que se citan académicos. Contra los plagiados de mentiras que tratan de entrar a la tumba de palo que sostiene no más que recuerdos, que a veces se escapan a zapatazos entre las nuevas cuevas que se decoran en celulosas que revolotean formando un pantano. Un bosque de papel que florece en cada dedicatoria alucinada, por cada verso imaginario que emana desde el palpitar agitado que anhela aquella lengua que a conversaciones culminó por recorrerte en 5 idiomas de emociones.
     Y yo todavía no entiendo qué podía salir mal esa noche.

Pd: Sin postdata.

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